Ir al cine resultaba toda una experiencia enriquecedora, pues cuando nuestros padres nos decían que iríamos a ver una película al cine, la emoción comenzaba desde ver la cartelera para saber qué películas había, pues recordemos que la publicidad del cine no era tan popular, pero había algo en el cine de antes que definitivamente nos enamoraba y eso era todo el proceso de lo que significaba ir al cine de la esquina.
Experiencia como niño
Después de haber ido a escoger la película que por fin verías y comprar los boletos, la espera era un tiempo largo, penoso y doloroso que nos lastimaba por no pasar rápido para dejarnos disfrutar de la experiencia que significaba el cine de antes pero nos ayudaba hacer planes con nuestra familia para llevar todo lo que comeríamos allí, y no estamos hablando de comida corrida como tal sino toda la cantidad de dulces que podíamos obtener.
Al llegar por fin al cine, la espera no había terminado porque era esperar a que avanzara la gran fila que muchas veces daba la vuelta en la esquina pero mientras esperábamos, ir a comprar más dulces, palomitas y refresco era lo mejor, y ni qué decir de los nervios que sentíamos cuando nuestros padres o nosotros mismo escondíamos un sándwich dentro de nuestras prendas para poder comerlo dentro o un dulce extra escondido en el bolsillo, esto era la magia de el cine de antes para nosotros como niños.
Por fin ver la película era lo más mágico del mundo pero el intermedio era lo mejor porque a pesar de que era una pausa en lo más interesante, lo que pensábamos era en ir a rellenar nuestros vasos con refresco y recargar dulces.
Experiencia como adulto
Los padres también se llevaban su comisión por llevarnos a entretener con el cine de antes, ya que no sólo nos entreteníamos como niños sino ellos también como adultos, y es que era una salida en familia muy importante, ya que como padres siempre planeaban la ida al cine con comida (típico de la mamá), es por eso que siempre la escuchaba decir: -“Prepararé unos sándwiches para comer porque no nos vamos a llenar de dulces”-; y luego el papá diciendo que ir al cine era porque había sido un niño bueno y al llegar del trabajo traerme dulces para llevar al cine.
Esconder uno que otro emparedado era típico de los padres de esos tiempos, y aunque no era una regla general, la gran mayoría de los padres lo hacía, haciendo que en las gabardinas, las bolsas de nuestra mamá y hasta en nuestros pantalones guardáramos la comida que mamá había preparado y que eran tentempiés para no llenarnos de dulces y comer alimentos saludables. Era típico que al empezar la función, cada uno en la sala sacáramos la comida de contrabando.